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miércoles, 6 de julio de 2011

Juan Carlos Pugliese: "Discurso en el entierro de Balbín" (11 de septiembre de 1981)

Discurso en el entierro de Balbín, La Plata,1981.


Éste es el trabajo de Balbín. Nadie nos lo va a arrebatar, nadie usa­rá a Balbín contra la Unión Cívica Radical. No es Balbín el interlocu­tor válido que se va y no quedan en este partido interlocutores. La Unión Cívica Radical tiene noventa años y en su transcurso perdió líderes de la magnitud de Ricardo Balbín y seguimos andando los ca­minos de la historia nacional. Hace pocos días, cuando estábamos ali­mentando el sueño de que el viejo jefe peleara hasta el final y salie­ra adelante del mal que lo aquejaba, su hijo Osvaldo me dijo que en los últimos momentos de lucidez le había dicho: "¡Qué lástima, aho­ra que falta tanto por hacer!". Éste es el mensaje, radicales y hombre del pueblo argentino. Falta mucho por hacer.

Falta completar esta obra a la que han apuntado los cañones des­de todas las direcciones, porque este impacto multipartidario hizo salir a la superficie trabajos políticos que se estaban armando y tu­vieron que mostrarse al país con esa orfandad de ideas que los ca­racteriza y con el cinismo de imputarles a los demás carecer de las ideas que ellos no tienen ni le pueden ofrecer al país.

Señoras, señores, no hemos necesitado esta tarde, en nombre del radicalismo de Buenos Aires, recurrir a la hipérbole. No hemos nece­sitado agotar los adjetivos de nuestro rico idioma nacional, hemos simplemente relatado brevemente una pequeña historia que tiene que hacer reflexionar a los argentinos. No lloramos a este muerto ilustre que nos deja tantas cosas, que nos deja tantos ejemplos, que nos enor­gullece y nos llenan de vanidad los elogios que escuchamos de los hombres que enfrentó. Qué hermosa vida la que comienza peleando y termina reconciliando con sus más tenaces adversarios, sin un ene­migo, rodeado de amigos y habiendo podido cumplir esta síntesis hu­mana de ser un joven ardoroso, un hermano solidario y orgulloso de sus hijos, un abuelo chocho con sus nietos. Un hombre de esta natu­raleza humana, que no tuvo más que familia y vocación política por  el pueblo, que debe haber asistido a cuatro o cinco recepciones en su vida, que no gozó de ninguno de los placeres, ni los quiso, que la vida  podía darles a los hombres que alcanzan su posición. Este gran ejemplo de este gran tribuno, de este gran demócrata, de esta gran figura, no es solamente un ejemplo, es una orden que nos viene de m para que nosotros la cumplamos.

Y si estas banderas no reciben de nosotros los máximos esfuerzos y sacrificios, seremos traidores a la causa del pueblo. Yo digo aquí que no tenemos pasta de traidores y a nuestro maestro, nuestro jefe, que la lección ha sido aprendida. La juventud enriquece nuestras filas y hoy levanta banderas en torno de su ataúd, banderas que lo llevarán recorriendo todos los caminos del país, en triunfo, como ya se está anunciando, con la guitarra que él pulsó transormada en estridente clarín de victoria.

























 Fuente: El pensamiento del radicalismo, editorial "El Ateneo".

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