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viernes, 4 de febrero de 2011

Raúl Alfonsín: "Un Radical Hoy" (1989)

Hay que hacer un trazo de las principales líneas componentes de lo que piensa y siente un radical comprometido con nuestra época.

Un radical de hoy asume como propios cien años de jornadas cívicas en favor de la restitución plena de la vida democrático constitucional en el convencimiento de que ello constituye la base de la convivencia social y el único modo de respetar al hombre en su calidad de tal y en su condición de ciudadano de la República.
Por consiguiente, para un radical la democracia no es sólo una táctica ni una vía para el logro del poder. La democracia es un ideal, una concepción política sobre la organización social. Pero esto no queda allí. Su reflexión sobre nuestra época y su problemática lo lleva hacia un proyecto político cuyo principal objetivo es el logro de una democracia orgánica y no condicionada; es decir un poder democrático, una democracia con autonomía, con luz propia, constituida por derecho propio y sostenida por si misma, consciente no sólo de su valor político sino también de su valor social. Una democracia que ejercida plenamente, a través de la participación, genere su propia fuerza, su propia estabilidad, su propio movimiento.
Un radical hoy no sólo es ajeno al universo socio-corporativo donde se aglutinan y ventean sectorialmente los intereses que se confrontarán en la puja distributiva, puja ésta día a día más salvaje, perversa e irracional, pero absolutamente comprensible. Por eso un radical de hoy es portador de un pensamiento que busca la síntesis social, síntesis que no se traduce en la suma de contradicciones sino en el foro del libre debate en pos de posibles armonías o, al menos, del equilibrio necesario para una convivencia mínima.
Esto supone que un radical de hoy es una suerte de demócrata "full time" que sin desconocer la realidad socio-económica (todo lo contrario) hace de la democracia no sólo un medio sino también un fin. En esta línea, es consciente que la distinción entre "democracia formal" y "democracia real" no tiene tanta importancia, al menos en lo referido al orden político, en el primer caso, y al ámbito económico-social, en el segundo. En este sentido, la democracia es monista, es decir que en una misma concepción y acción reúne las formas y el fondo. Las formas instrumentan el ir y venir de ideas e intereses que moviliza la sociedad y el fondo.
Por eso la democracia no es ni capitalista ni socialista, la democracia no tiene aditamentos puesto que se autorregula según las fuerzas y ajustes que se generen en el seno social. Hablar pues de "capitalismo democrático" y de "socialismo democrático" es sobre todo una asignación simbólica pues la democracia a través de los movimientos que produce en la sociedad y por medio de su funcionamiento formal, receptor a la vez de dichas expresiones y así en su evolución gesta cambios y nuevas situaciones que no se identifican con modelos anticuados.
Un radical hoy cree en la democracia como vía de cambio que al mismo tiempo ejercerá particular gravitación sobre ella. De este modo la democracia abre su propio cauce, proporciona sus propios perfiles y fecunda sus propias condiciones y su propio poder.

Alfonso Carrido Lura



























Fuente: "La Semana", Editorial Perfil, 1989



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